Artículos sobre Psicología Infantil

Consejos, estrategias y herramientas para acompañar a los niños en su bienestar emocional y desarrollo

El estrés materno y el bebé

El estrés intenso en el embarazo deja huella: cómo el cortisol materno influye en el cerebro y la vida emocional del bebé.

En los últimos años nuestro grupo de trabajo ha estado preocupado en relación a la cantidad de niños pequeñas que presentan comportamientos ubicados como “conductas autistas”, sin realmente ser autistas. El tema nos ha ocupado muy intensamente, llevándonos a conversaciones profundas de reflexión sobre posibles causas, compartiendo con ginecólogos y pediatras, convencidos de que hay algún factor en común y que no estamos dándole la importancia necesaria para ayudar a prevenir estas condiciones. Nuestra investigación se centró en las situaciones emocionales estresantes que pudieran afectar a las mujeres, especialmente durante los primeros meses de gestación, desde que se enteran que están embarazadas. Hoy es demasiado frecuente que la mujer salga embarazada antes de tener una relación formal establecida. Pensamos que en la mayoría de ellas hay una etapa de confusión y rechazo, de miedo y ansiedad tan intensa que eleva los niveles de cortisol con sus subsecuentes complicaciones para el bebé en formación.

 

¿Qué es el cortisol?

El cortisol es una hormona secretada por las glándulas suprarrenales en el momento en que estamos frente a situaciones de emergencia. Pasada la crisis, se restaura la normalidad. Si el estrés se prolonga demasiado, comienza a ser tóxico y a generar daños. Durante el estrés, la amígdala, pequeña estructura cerebral que forma parte del sistema límbico y que opera como el primer sistema de advertencia y detección de riesgos y peligros, activa el circuito hipotálamo - pituitario - suprarrenal con la consecuente liberación de cortisol (sustancia que cruza la barrera placentaria afectando al sistema nervioso del feto en desarrollo). Una embarazada que vive situaciones generadoras de estrés continuo e intenso, tendrá niveles elevados de cortisol y adrenalina, pudiendo dejar secuelas sobre ciertas estructuras del sistema nervioso, especialmente el sistema límbico de su bebé.

 

Las secuelas del estrés materno

Una malformación de la amígdala cerebral y el resto del sistema límbico puede generar una serie de impedimentos socio-emocionales futuros en el bebé, reflejando secuelas de lastimaduras al neurodesarrollo. Los fundamentos para la vida emocional son construidos antes, durante el embarazo, y en los primeros años de vida sobre una predisposición genética. Nuestra vida afectiva, emocional y social depende de la estructura y funcionamiento del sistema límbico y sus interrelaciones funcionales con el lóbulo frontal. Las situaciones emocionales que vive una madre durante el embarazo tienen un gran impacto sobre la estructuración de éste sistema límbico, zonas cerebrales que manejan nuestra vida emocional y social. Su estabilidad depende, en gran parte, de la relación de pareja y de las acciones pertinentes del entorno familiar, muy especialmente. Las experiencias tempranas tienen un gran impacto sobre los sistemas fisiológicos a causa de que son aún poco formados y frágiles. Por lo tanto, proteger el estado emocional materno es primordial para lograr un correcto proceso de neurodesarrollo del bebé.

Estudios científicos

A lo largo de los últimos años, diversos estudios han señalado que el intenso estrés durante el embarazo (por ejemplo: problemas serios de pareja, acontecimientos vitales como la enfermedad grave o muerte de un familiar cercano o incluso el embarazo no deseado o que llega a destiempo, trabajos largos y demandantes) pueden tener importantes repercuciones. Otras lineas de investigación apuntan que la exposición prenatal al estrés podría aumentar el riesgo de autismo (Dennis K et al., 2008 y otras alteraciones de la comunicación como Asperger, etc.) Según este grupo de investigadores, el estrés prenatal puede producior comportamientos anormales después del nacimiento que coinciden con los síntomas del autismo.

 

Otros riesgos

Una hipótesis importante que manejan algunos investigadores Hobel CJ. et al. (2008), Bonari L. et al. (2004), Vrijkotte TG et al. (2009) es que tanto los niveles elevados del estrés, asociados con depresión y ansiedad como el cortisol, pueden reducir el aporte sanguíneo a la placenta e inducir el parto prematuro. El estudio de Wisborg K. et al. (2008) han examinado los efectos del estrés prenatal sobre el riesgo de muerte fetal e indica que los niveles altos de estrés se asocian con casi el doble de riesgo de muerte fetal. Según un grupo de investigadores daneses (Hansen D. et al. 2000) las madres que sufren acontecimientos vitales estresantes graves durante el primer trimestre del embarazo tienen un riesgo de tener un bebé con alteraciones congénitas por una alteración de la cresta neuronal como labio leporino o cardiopatías.

Signos de alerta

Bebés expuestos a niveles elevados de cortisol durante el embarazo tienden a ser difíciles desde el principio. Algunos tienen problemas de alimentación o sueño, son irritables, llorones y difíciles de tranquilizar. El llanto demasiado intenso, prolongado y frecuente, la hipervigilancia, los miedos irracionales y, más tarde, los berrinches “oceánicos” son importantes señales de alarma que nos marcan que el sistema límbico no está trabajando armónicamente.

¿Qué hacer en caso de estrés?

El primer paso es conversar con su ginecólogo, contándole la situación que la perturba. Su participación será medir la profundidad de lo que ocurre, evaluar el desarrollo fetal y recomendar hacer cambios pertinentes para favorecer el bienestar del bebé. En casos complicados puede ayudar una valoración psicológica, acudir al apoyo de Flores de Bach, realizar ejercicios de relajación y, sobre todo, buscar apoyo familiar.